La biblioteca de mi barrio

No teniendo nada importante que contarles, rara vez lo tengo pero no me impide escribirles, les cuento de la biblioteca de mi barrio.
En realidad las bibliotecas acá no se parecen en nada a la que recuerdo de Uruguay, ni a la imagen de las bibliotecas que yo tenía. No es un lugar silencioso, donde hay que dar vueltas las hojas de los libros con sumo cuidado, no sea cosa que hagan ruido y los demás nos miren con cara muy seria demuestrando cuanto molestamos.

Y donde si había necesidad de hablar se lo hacía en un susurro. Nada de eso, aquí en las bibliotecas si bien no reina el bochinche, todavía se mantienen algunas diferencias entre biblioteca y discoteca, sí están llenas de vida, y de niños.

Una de las actividades planificadas para estos días es el entregarle tarjetas de la biblioteca a los niños de seis años. Es un momento importante en la vida de los niños cuando reciben su primer tarjeta de la biblioteca.

Van en grupos y les muestran todas las secciones, no solamente la de niños que ya se conocen de memoria. Les dan consejos sobre cómo se deben cuidar los libros, y les muestran cual es el libro más gordo de la biblioteca, se lo dejan agarrar para que vean cuanto pesa y tienen que adivinar cuantas páginas tiene.

Después les entregan las tarjetas con sus nombres, a partir de ese momento podrán sacar libros prestados con sus propias tarjetas, cosa que los llena de orgullo. Y se espera que eso los lleve a que saquen más libros y lean más.

Las bibliotecas, que hay por casi todos los barrios, son lugares muy visitados. Y quienes no están en condiciones de ir a la biblioteca puede encargar los libros y se los mandan por correo o va una persona encargada a dejársela en la casa.

Para que los niños desde temprana edad se acostumbren a ir a la biblioteca se organizan actividades para ellos. Está el rincón de los cuentos donde alguien les lee cuentos, y casi todos los meses dedican la mañana de un sábado a dar una obra de teatro infantil.

La sección que siempre está llena de gente es la de los diarios, muchos van a leerlos a la biblioteca. Antes había cantidades de extranjeros que iban a leer diarios de su país, hoy con internet van a la sección donde tienen las compus a leerlos.

La única biblioteca que recuerdo haber visitado en Uruguay fue la biblioteca Nacional. Iba a acompañar a mi prima que quería leer sobre el Tibet. Mientras ella leía sobre el Tibet, yo leía Gracias por el fuego de Benedetti.

Por la expresión de la cara de la bibliotecaria cuando lo pedí, supongo que no era un libro que comúnmente la gente fuera a leer ahí. Recuerdo que fuimos a sentarnos a una sala muy grande, con mesas largas, donde reinaba el más absoluto silencio, casi ni me animaba a respirar por no romperlo.

Pero eso fue hace una montonera de años atrás y supongo que habrá cambiado mucho.